Cada mujer, en un momento u otro, puede encontrarse en un desierto espiritual, una vasta y solitaria tierra seca donde se siente desconectada, desanimada y sin esperanza. Lees tu Biblia, pero las palabras no penetran en tu alma. Oras, pero ni siquiera estás segura de que Dios te escuche. O tal vez estás demasiado débil o desanimada para acudir a Él.