¿Cuál cristiano verdadero no se ha hecho en su corazón el tipo de pregunta que Habacuc le plantea retóricamente a Dios en su profecía al decirle, “¿Por qué me haces ver la iniquidad, y me haces mirar la opresión?” (Habacuc 1:3)
Esta pregunta solo puede provenir de un corazón que tiene “hambre y sed de justicia” (Mateo 5:6). Hacía poco más de cien años que el reino del norte había caído ante los asirios. A Habacuc no le cabe la menor duda toda injusticia ha de ser castigada por el Juez Supremo. El reino del sur se desliza rápidamente por la misma senda. Las circunstancias no son las que un guardador del pacto anhela ni para los suyos ni para su nación.
La profecía de Habacuc es tanto de advertencia como una fortísima afirmación de quién está al control de todas las circunstancias, especialmente en tiempos de turbulencia. Como un marinero auxiliar que ve llegar la tormenta y se dirige a los pasajeros hablándoles de la sobrada pericia del Capitán, así Habacuc se dirige en forma poética al remanente de la nación del Pacto.
En Habacuc se mezclan la indignación con la esperanza, el dolor con el regocijo; no simplemente por alguna futura liberación personal prometida, si no por lo que Dios ha prometido hacer por medio de su pueblo se cumplirá con toda seguridad. Habacuc es el profeta que sabe que el Señor responderá fielmente a su petición, “Oh Jehová, aviva tu obra en medio de los tiempos. En medio de los tiempos hazla conocer. En la ira acuérdate de la misericordia” ( Habacuc 2:3)
Habacuc es el profeta que nos enseña a cantar de la fidelidad de Dios anticipando el despliegue de misericordia que Dios hará en la historia.