El libro de Crónicas no es ni más ni menos que un auténtico sermón. Su objetivo sería, pues, el fomento de una correcta relación entre Dios y su pueblo.
Los registros y anales de Israel son para el Cronista ‘un grandioso mosaico… donde han quedado reflejados los fracasos y el subsiguiente juicio, la gracia y la restauración que se sigue’, y, con capacidad perceptiva para captar los acontecimientos dentro de ese discurrir histórico, primero hace una selección para, después, pasar a proclamar. Una vez entendido ese propósito, el libro cobra vida propia. Y puede sin duda entenderse como una mirada retrospectiva, vibrante y definitiva, a la totalidad del Antiguo Testamento. Visto así, Crónicas comparte la fuerza, la singularidad, y el dramatismo del último libro del Nuevo Testamento, Apocalipsis.
A pesar de que Crónicas puede parecer un libro con poco que decir, Dios todavía tiene que enseñar a su pueblo grandes lecciones a través de las grandes figuras del pasado.