Arlo sabe que no debe bajarse de su cama durante el tiempo de su siesta y, definitivamente no debe dibujar en la pared. Pero Arlo lo hace de todas formas y después intenta desesperadamente cubrir su desobediencia antes de que se entere su mamá.
Cuando sus intentos por cubrir su desobediencia fallan, Arlo descubre no solo la miseria que viene al esconder su pecado, sino también el descanso que trae el confesarlo.