Durante los notables treinta y ocho años de ministerio que desplegó Charles Spurgeon en la ciudad de Londres, en el siglo XIX, ningún edificio parecía lo suficientemente espacioso para acoger a los que deseaban oírle predicar. Spurgeon destacó como apasionado expositor bíblico del evangelio que hablaba la lengua del pueblo llano y apelaba a sus necesidades más profundas.