En la pequeña provincia de Yehud, en el siglo VI a. C., el profeta Zacarías estaba entregado por completo a las realidades de su propio tiempo, pero nunca se encerró en ellas. Sabía que la vida presente debía vivirse a la luz de un día futuro en el que "el Señor será uno, y uno su nombre", y en el que ese Dios "será rey sobre toda la tierra" (Zac. 14:9).